domingo, 10 de julio de 2011

ELIGIENDO DESTINO

ELIGIENDO DESTINO, Monica Gameros
Quinto cuento publicado en 2010,
libro ESTALLIDO,
edit. Cascada de Palabras, cartonera


I
Sus pasos se deslizan junto a los míos sobre la grasienta acera. Camina como todos lo hacemos: sin espacio en el suspiro apretado. Le gusto a pesar de mis huesos. Lo conocí cuando me uní a una pandilla de niños de la calle hace cinco años. Ahora me llaman la bicha, sobre todo, por robar carteras en el metro rozándoles la cola a los perros que robo.

Caminamos como ejercito, nadie viaja en auto, pero los autos están ahí todo el tiempo, devoran el terreno, navegan, se estrellan, nos arrollan y vamos por las calles con las manos en los bolsillos, sintiendo el vacío entre los dedos con los que nos gustaría apretar el estomago.

Dos cuadras adelante, a nuestros pasos se unen los del buggy, viene a calentarnos los pies por la noche mientras fumamos. Después de treinta minutos y dos litros de charcos en los calcetines, saltamos por la coladera abierta y caminamos varios minutos por los túneles del desagüe para entrar a casa, al penjause como le digo nada más para hacer más ligera la miseria. Ahí su voz retumba en ecos…

-Si te explico, no me vas a entender, ¿qué quieres? No consigo nada. No es fácil. A veces es más rápido pedir de a pesito, pero de eso ¿tú qué? No ves nada.

- Yo también traigo dinero o comida. No te enojes, hemos estado peor.

- ¡Ya cállate! Me encontré 20 pesos en la esquina de la tienda, nos alcanza para cuatro churros, vamos. . .

Acepto. Fumando se aguanta más el hambre y tengo 16 años. Quiero al Alex, es como una mazorca desgranándose y verlo en silencio siempre me desmorona. De regreso al penjause, estoy sentada sobre los tobillos con la vela encendida para forjar cuatro marleys, me rodean la colchoneta vieja, varios cobertores rotos y algunas cajas de cartón que hacen las veces de cajones para ropa y mesa para comer.

Mientras forjo nuestros afrodisíacos, Alex ve las fotografías que tenemos de los viajes costeados con las ganancias de los robos y los trabajitos de diller. La música sale de la panza de un oso de plástico, damos dos o tres aspiraciones profundas. Ambos tratamos de evadir el hambre.

- Fúmale. Imagina que somos ángeles y tendremos sexo mientras flotas…

Aspiro el humo del churro y el ángel desterrado me penetra. Las gotas de agua resbalan por las paredes de la coladera donde el silencio muere aplastado por mis jadeos, lejos de la vida a la que renuncié, cansada y asqueada de la rutina de la vida clase mediera...

-Sería mejor morirnos, no podemos con nosotros... repite Alex mientras se aferra a mis caderas para llenar el centro de mi abismo

-¿Cómo crees?, busco un poco de esperanza y le susurro: hay que salir de esto, ¿no?

Alex me mira, frunce el ceño, me coge salvaje, me grita su furia y la pinta de rosa para que parezca amor. Yo sé que en el fondo me considera débil, inocente a pesar de todo, sólo él. Soy nada, soy silencio, vágina, sudor, dos carrujos, tres líneas… al final de todo, para él soy una pendeja ignorante.

-Me gusta pensar que las cosas pueden cambiar, que no somos basura, que tenemos casa, carro y perro...

-Apaga ya la vela, dices puras pendejadas... me susurra mientras se aferra a mí cadera.

"Bugy" nos calienta los pies, el hambre desparece y dormimos; mañana hay que robar carteras y traficar droga para comer y pagar a los fiadores del semáforo, del metro, de la banqueta, de la vida en la calle.


II
“Se solisitan ayudantes jenerales”, dice el cartel... Alex ve sus manos temblorosas.
-Mejor otro día, orita se me nota que estoy bien coco...

Al día siguiente El Alex habla como loco, imagina y planea su carrera:
-Le voy a echar ganas, sí le chambeo en mis descansos me gano una lana extra, ya no quiero tener miedo de que nos levanten, aunque, a veces pienso que es más fácil de cuico.


III
El hedor de los periódicos viejos apilados en las paredes de la diminuta oficina del sindicato tiene un ídolo que hipnotiza con el clásico de todos los años; los rayados han metido un gol y los otros corren como gallinas tras la pelota, buscan conquistarla sin mucho éxito, más bien, con güeva. El Alex se desespera cuando ve a los encargados embobados con el juego y de pronto, casi con un tono estridente reclama.

-Pero sí apenas gano, mejor primero defiéndanme y luego les pago, ya ven que al cabrón se le ocurrió no darme la mitad de la semana nomás porque tiene bien hinchados los güevos...

Las miradas se agarran de la pantalla como alfileres a una manta. El clásico continúa con engorrosos pases de pelota y derroche de tiempo para extinguir lo que queda del mediocre juego, Alex busca respuesta.

-Bueno les pago pero si me corren ¿qué van a hacer?...

Una condición es pronunciada por uno de los hombres. El gordo mueve los labios como quien mueve una lápida pesada...

-Sí hombre yo voy a las marchas que quieras, pero ¡ayúdame!


IV
Los gritos frente al edificio de gobierno se van apagando de a poco. Las gotas de lluvia humedece las mantas y los zapatos sólo encuentran el agua que se cuela por los agujeros de los tenis del Alex.

-Yo no sé qué hago aquí, estos cabrones no saben ni por qué estamos aquí, nadie sabe porqué grita... es un desmadre.

Una macana lo sorprende y la sangre chorrea, Alex no sabe si correr o quedarse quieto. Una mano lo jala, es el líder sindical. Los tenis raídos se mueven al compás de otros y la carrera se prolonga hacia la zona sur de Tepito. El Alex sabe que si entra ahí, nadie lo agarra y por el drenaje puede llegar hasta el penjause.

Alex grita “así no vamos a salir de la miseria, esos hijos de puta” y busca entre varias opciones la solución, -Tiene que ser una que deje mucho y no cueste gran cosa. Alex revisa el archivo de su memoria laboral: albañilería, plomería, electricista, gasero, tortillero, putito.

-De plano es más fácil de caco... ¿o de cuico?... ¡Es igual!


V
Escucho el relato del Alex. Me dan ganas de llorar al ver la herida y le escucho desesperado, mientras limpio su sangre: -Una patrulla me cuesta una lana, una bicla me la quitan, si me ando a pata los cabrones me asaltan, si no pago mi cuota me sacan del negocio...

-No te preocupes ya veras cómo puedes con lo de las “cuotas”

-Ay no cabe duda que eres una pendeja, a veces creo que te haría un favor si te mato, no sé que sería de ti sin mí.


VI
El mareo persigue el alboroto de su corazón al besar mis senos, la taquicardia parece una centena de caballos desbocados; me transformo en cintas de las que Alex sostiene sus ganas de salir corriendo. Soy un gusano que besa y devora su cara; él no se aparta; quiero huir del fantasma en medio de mis piernas antes de que se hunda hasta ser devorado.

-Mátame ya no quiero esto

-Y yo qué, ¿me dejas solo?

-Será más fácil para ti

-¡Estás loca!

-Tú dijiste que lo harías porque me quieres... ¡Hazlo!

-No mames, no puedo . . .

Alex termina por dejarlo todo; fría, me deja archivada en un rincón del penjause. Se va sin llamar al buggy, acomoda su cinturón y decide su destino:

-¡Sí, de plano, es más fácil de caco!




NOTA: Por aquello de los signficados
Caco: ladrón
Cuico: policía

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